miércoles, 3 de noviembre de 2010

¿a los dos años ya sabemos caminar?



Amadeo Modigliani
Desnudo recostado de espaldas.




Hasta para ser cobarde
hay que llegar a tiempo,
sino sólo se es impuntual,
me dijo el diablo cuando nos encontramos
en un salón de baile.

A mí me fallaba el uno-dos
y él había perdido un zapato,
el que estaba a la izquierda
de su zapato derecho.

Me caen bien los poetas,
me dijo,
porque cuando observan a dios
lo hacen por encima del hombro.

Hubo cierta empatía,
la de dos seres perdidos
que se emborrachan y fuman
mientras alguien descansa con la pupila abierta.

Me da miedo la noche,
confesé,
me da miedo saber
que tú abres los ojos
cuando yo los cierro.

Ja,
se rió,
entonces yo sería
la obscuridad
cada que parpadeas.

Y yo me chingué
el último trago de cerveza,
pero sin pestañear.
No vaya a ser.

Como yo andaba corto de alma
se me hizo raro su interés.

Despúes de este trago,
te invito a ver la neblina.
Yo le enseñé a ser transparente.

Va, pero después
topamos unos perros,
porque ellos son maestros
a la hora de no volar.

Y en eso sonó su teléfono.
Contestó.
Es una morena, me dice,
mientras tapa la bocina
con la mano
que está a la derecha
de su mano izquierda,
"Una morena de esas que te cortan el aliento
y te hacen circular la sangre, ahí en los testículos.
Una morena de esas que huelen a caderas
como mares donde uno quiere naufragar.
De esas que saben a sudor del rico.
Piel oscura y tacto sucio.
Que cuando quietas, bailan.
Que adjetivan la lujuria.
Sonrisa blanca y pezones lilas.
Que te muerden el deseo.
Que se ocultan en sus curvas.
En sus pliegues de caliente.
Y que saben que sus senos
son redondo a dentelladas.
Una morenita costa.
De piernas tibias.
De sexo a secas
que se vuelve húmedo.
Una morenita.
Dice que es para ti.
¿Quieres que te pase
la llamada?"

En esta esquina de la tierra
el aire es un hotel de paso
y mis ojos se incendian de horizonte.

Pinche diablo,
le quité el teléfono
y tomé la llamada.


MACM







Amadeo Modigliani
Mujer en traje marrón.



Cocote

Estábamos juntos por eliminación,
de historias y borracheras cosidos.
Derramamos tinta para buscar el reflejo en el charco.
Un día se le cayó el brazo,
Puta madre me siento tan común
Pero si nadie aspira como yo a escribir sobre tus pechos.
A veces parezco calle vacía
y entonces no pesco ni una puta línea,
ni un compás, ni una bola, ni una ficha.
Desde el principio parecía reventar
de palabras y navajas.
Unas juntas donde roger.
Más palabras y cervezas,
y esos horribles fetos pegados en la pared,
con camioneros conocidos
“yo no uso calzones porque soy vaquero”.
Algunas flacas, otras gordas
todas mulatas.
Vidas completas de efecto dominó.
Temporadas en el infierno.
Hasta que un día llego sin piernas
Quería cortarme la cabeza pero no hubiera sentido
el dolor.
Camilo estaba seguro que había sido su esposa
o la reciente cosecha.
Yo digo que fueron las lluvias de diciembre
que lo arrancaron desde adentro
y lo llevaron a donde no pertenecía.
Aquí.


JFQ

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