miércoles, 7 de julio de 2010

Hyperbreves omniscientes

A veces puede parecer que todo es normal





John Singer Sargent
Lady Agnew of Lochnaw
1892-1893



Tu cuerpo es la suma de todos mis deseos. Y yo que sólo sé sumar con los dedos.

La noche era tan alta, que hasta se veía obscura.

Algo me muerde. Aquí en el pecho. Es un cuentito. Pero todavía no le salen bien los dientes.

Rotas las cadenas de su encierro, el psicólogo le recordó que era agorafóbico.

Toda mujer es inalcanzable hasta que la consigues.

El único defecto de tu cuerpo es que no es infinito.

Abrió la galleta de la suerte. Decía que iba a morir. Pero como era analfabeta, vivió otros 46 años.

Sabía que iba a morir sin ser publicado. Casi como morir virgen, pensó.

Si el viento no tiene ojos, ¿para qué te levanta la falda?

Para alcanzar el deseo, necesito subirme a tu cuerpo.

Se ahogó en un vaso de agua. Además de nervioso, nunca aprendió a nadar.

Se rompió el silencio. Son sus fragmentos al caer los que se escuchan.

El asunto es tan grave que no necesita tilde porque termina en vocal.


Miguel Ángel Mayén Cocom












John Singer Sargent
Madame X
1884



La historia de dos amigos que no se volvieron a ver jamás.

El silbato corrió por la calle para jugar con los perros y esconder a los ladrones.

Éramos amigos por eliminación, hasta el último balazo.

Antes de los treinta escribió hasta su epitafio.

Levantó la mirada y se dió cuenta que todo estaba lleno.

Contó todas las estrellas y después ya no pudo sonreír.

Levantaron un puente para que nadie llegara del otro lado.

El vagabundo me pasó un papel en blanco, es el teléfono de dios, dijo.

Le dió todo su amor al árbol hasta que las raíces no aguantaron y le cayó en el corazón.

Siempre se encuentran en el camión, hacen el amor hasta su nuevo destino.

En el beso de la despedida nos dimos cuenta.

Esperó en la parada del microbús. Sus recuerdos no pasaron. Le dio frío y ganas de llorar.

Una señora se sentó a su lado. Soy tu abuela, morí antes de que nacieras, desde entonces nos conocemos.

De tantos golpes que recibió, Cesárea confundía los dientes con las uñas, siempre pedía más sonrisas.


Jaime Fraire Quiroz