martes, 18 de agosto de 2009

Aquí otra vez sola mente




Yishai Jusidman
E.K.
Oleo sobre madera



Tres minificciones que pernoctan en la majada.

Él sacó a pasear su soledad. Encontró a muchos igual a él en el parque.
Entre ellos se preguntan las razas, edades, tamaño, la cantidad de croquetas que consumen al día
y todas esas cosas que se preguntan dos personas cuando no tienen nada que decir.

Ella tenía la mirada más hermosa. Al verla, todo el cuerpo te dolía.
Él la esperaba, aun antes de verla a los ojos.
Se amaron y él cada día sufrió más.
Poco tiempo después él murió,
no se sabe si de amor o dolor.
Quedó retorcido en el suelo
con una sonrisa eterna.

Para cuando el sol se meta, estaremos amontonados como vacas, sin esperar nada.
La luna se detendrá para ver lo que le hacemos a su eterno amante, aunque sea sólo en la piel.
Ella se queda celosa arriba, fetiche, observadora, viendo como la tierra gira y baila al ritmo de nuestra noche.
El cielo despierta como si le acabaran de cortar las nubes, sobre el pasto descansa la neblina.

Jaime Fraire Quiroz



Órgano de Jacobson

I

Me dices:
“Quiero tomar fotografías como la Leibovitz.”
Cuelgas mi cámara en tu hombro,
te horcajeas en la bicicleta e intentas pedalear.
Sólo que no has dormido y estás, todavía, borracha.

Eres erudita de tu cuerpo,
pero tu mujer ha olvidado a su niña.
Y reír te cuesta muchas lágrimas y dos más.

Todavía brillan en tus ojos
los demonios que consumiste ayer.
Estás indefensa.
Te refugias en la danza, en la poesía, en el olvido.
Danzas como las diosas pero jadeas más divina.

Para mí te ves hermosa.
No es una belleza impuesta o que te aflija.
Eres hermosa porque no lo quieres ser.
Es la rebeldía con que tu piel
oculta la fealdad de tus huesos
la que me llama.

II

Para ser tan salvaje
me regocijo en tu ternura.
Tienes toda la tristeza y no la prestas a nadie.
A veces pienso que te vas a suicidar
pero ríes con la vida por las mañanas;
hasta que, a mediodía, recuerdas
que el arte siempre se destruye.

Quieres escribir poesía
pero se te atragantan los versos.
La poesía
no puede escribir poesía.

¿Cómo marchitas tu cuerpo?
Vas pólvora por la vida,
acabas contigo,
abres tu flor para adentro, mojas el cuerpo de tu seco
y te vas tristita.

Te tapas la nariz para ya no olerte.
Inválida de tu música
no escuchas a los dioses
que sordos gritan en tu cuerpo.

Yo me voy a escribir al exilio de tu recuerdo.
Eres mejor compañía cuando estamos solos.


Miguel Ángel Cocom Mayén