lunes, 20 de febrero de 2012

Esperando la profecía




Acto de fe


Todo poema es un acto escrito de fe.
Fe en las palabras,
fe en que las sílabas
son más que el aliento
que galopa en la garganta.
Fe en que la imagen
puede anidar detrás de unos párpados
y estallar cuando haya sombra.

Fe en que la poesía
no es tan distante como creen los poetas.
Que se pueden memorizar los versos,
que se le puede decir al oído a una nalga
para que levante las defensas,
que se puede entonar a coro de entusiasmos
como una canción de moda,
que se le puede susurrar a tu hija
como un arrullo de tierna agüita
que fluye entre los kilómetros que los separan,
que se le pueden decir estrofas a tu madre
para que se dé cuenta
que si bien su hijo no es un triunfador,
al menos sabe perder con estilo
y con métrica.

Tengo fe en que la poesía
es una rima que no rima desde hace tiempo,
una metáfora ciega que va dando tumbos.

Tengo fe en ganar un Premio Nacional de Poesía,
para después poder archivar, dignamente,
mi fe en la letra f,
junto con la felicidad,
la fisura de mi fémur
y este fuego que escapa de mis manos.

Tengo fe en que la poesía no es una lengua muerta,
más bien es un dialecto lleno
de cierto colorido,
desierto colorido,
desierto color ido,
de cierto color ido…


Miguel Ángel Cocom Mayén








Puedo esperar un árbol de putazos
mientras pruebas tu falda
y mi bigote al viento se peina.
Puedo esperar haciendo un toque
a que tu pelo se seque
y lo despeines a placer.
Esperar para caminar en un sentido
siempre hacia arriba, sobre líneas blancas,
directo a tu vientre.
Esperar el cuidado del vagabundo
viviendo con su madre
sobre flores vacías.
Esperar bailando en un compás,
sin matemáticas de pies,
la música que en tu cabeza oyes.
Esperar a alguien que no recuerdo
pero él sabe de nuestras sonrisas
y las raíces que nos unen.
Esperar a que nos pase algo
que no se pueda remediar
para saber que nos necesitábamos.


Jaime Fraire Quiroz