martes, 24 de abril de 2012

Deuda en especie



Directrices para puñetas como tú

Ya no le escarbes
que no vas a ningún lado,
no corras, no empujes,
no pienses,
deja de buscar
nadie encuentra nada.
Este camino está rasposo,
éste es el más corto.
No lo intentes, no regreses,
no seas terco,
puedes acabar mal.
Traza un plan,
concéntrate en el futuro,
cumple tus objetivos,
no seas un barco sin timón,
levanta la mirada,
ocupa tu lugar en la fila;
no sueñes,
nadie se come el mundo
en una mordida.
Agarra el camino de en medio,
el más cómodo.
No vayas por la subida,
olvídate de la bajada
que después te encarreras
y terminas en el fondo.
Ahorra, trabaja duro,
invierte,
compra un seguro.
Ya estás viejo,
ya no lo hiciste,
busca algo estable,
sigue un horario,
pon atención.
Busca alguien que te quiera,
ten hijos, mascota,
casa propia,
no pruebes eso,
haz ejercicio.

Aprende a vivir
como la gente decente.

Jaime Fraire


¿Cómo sale un poema?

Siempre hay una fisura, una arista,
un borde que resalta.
Sujétate a ese pliegue,
sujétate con las uñas de los dientes,
muérdele un tobillo,
clávale sin miedo una astilla
en forma de pregunta,
tal vez salga un aliento,
tal vez brote una sílaba,
tal vez se suelte una palabra.

Mira esa mujer,
guarda todas y cada una de sus líneas
en un bolsillo.
Estrecha su mano,
estrecha sus formas
y estrecha su fondo.
De ahí es de donde manan
las tormentas que pulsan
con más brío y significados.

Extiende tu brazo,
abre la palma de tu mano
y toma un poco de viento.
No mucho, no demasiado,
sólo una pizca, un alarde,
un preludio de brisa,
sólo del aire un boceto
que haga danzar las hojas.

Ahora bien,
sujeta fuerte, muy fuerte, esa arista,
recuerda claramente esas líneas
y utiliza de forma correcta ese viento;
porque de ahí, de tallar esa arista,
de recorrer esas líneas
y de sentir el viento,
debe salir un poema.
Un poema que brinde una respuesta.
Una respuesta que se revuelque
como un océano furioso
en tu pecho.
Una respuesta tuya y sincera.

Porque si no es tuya,
de huevos, no escribas poemas.
Mejor ponte a leer los textos de otros,
cruza con brújula el desierto,
aplaude cuando los demás aplaudan,
respeta la métrica y la rima.
Deja de estar chingando.


Miguel Cocom