martes, 31 de enero de 2012

Lazaro

Todos los muertos reviven.







Juguemos

Juguemos al silencio
del encerrado afuera,
del fundido en la tierra,
escondido como tu recuerdo
o la vaga idea que tengo de él.

Juguemos a que nos volvemos a encontrar
y no nos engañamos.
Es imposible, dirías.
Es sólo un juego, diría.

Juguemos a las escondidillas
como si no tuviéramos raíces,
ni miedos, ni sueños,
como si la libertad existiera.

Juguemos a que este opio no es opio,
es otra cosa más sencilla:
un matrimonio en decadencia
o la ropa interior de una niña.

Juguemos a que sabemos lo que pasa,
a que entendemos algo.
Juguemos a que todo es fácil
y la vida no tiene dientes.

JFQ







Estética morena de ella


I
Aquellos hombres que afirman que no creen en la superioridad de una raza sobre otra, es porque jamás han mordido las nalgas duras de una negra.
II
Las mujeres de color sólo tienen un color, pero muchos olores. A esa manera de referirnos a ellas le sobra una “c”. También a la palabra curva. Ésa debería empezar con “u”, porque así se entiende más que da vuelta, ¿que no?
III
La vida es un ácido, me dijo mientras se exprimía una naranja en su vientre mulato. Pensé que la anécdota daba para un poema, pero no, sólo para dos pinches renglones y cachito en tipografía Arial 12.
IV
Tengo el sabor de la noche, pero sólo abro de día, me dijo la mestiza al cerrar las rodillas.
V
Cuando una cadera se dibuja al compás de la marimba, no necesitas un cuarto con aire acondicionado. Basta cualquier superficie horizontal o vertical.
VI
Dios es negro. Sólo alguien con conocimiento de causa podía trazar esa frontera donde libran guerras la espalda y las nalgas de las mestizas.
VII
No hay hamacas de color negro. Ese color lo bordan las mulatas con el hilo de sus piernas.
VIII
Del Caribe hasta Veracruz, las morenas le quitan su sombra al mar para colorear su cuerpo. Mientras tanto, las rubias van a los centros comerciales.
IX
Busqué tu cuerpo en el diccionario de la Moliner y me refirió a uno de cubanismos.
X
Esa mujer tenía un lunar en su mejilla. ¿O era en su hombro? ¿En su cintura? ¿O en su muslo? Más bien lo tenía en su morenez. Siempre ahí lo encontraba.
XI
Su color subía y bajaba como la marea. Blancos talones, oscuros muslos, nalgas morenas, espalda de noche callada y rosa su sexo. Mejor cerré los ojos y dejé que mis manos se acostumbrarán a los matices.
XII
Guarde tus muslos en un cajón. Lo cerré con candado y tiré la llave a un rincón donde no llegara mi memoria.
XIII
Tengo una náyade morena en el bolsillo. Es oscura como traducción de Allan Poe. A veces mando por su recuerdo, a veces me manda su sombra. Entre sus hombros cabe toda mi poesía, junto a sus dos pechos pequeños, clásicos y llenos de redondo.
XIV
Las morenas no necesitan poemas. A ellas les sobra atención. Por eso, casi todas las musas famosas son blancas.
XV
Renuncio al mestizaje. Hoy amanecí con antojo de morena.

XVI
Apagaba la luz y no la veía. Ahí brotó mi sentido del tacto.
XVII
Tú, mulata; yo, detective. Novela negra en cuatro palabras. Y con acentos, puntos, comas y punto y coma. De maestro el asunto.

MACM